jueves, 3 de septiembre de 2009

No es país para viejos

TÍTULO ORIGINAL: No country for old men

DIRECTOR: Joel y Ethan Coen

NACIONALIDAD: EEUU

AÑO: 2007

DURACIÓN: 122’

“Es posible que sea la película más violenta que hemos rodado.” Y también la más seca, la más madura y la más desencantada. La adaptación de la novela de Cormac McCarthy No country for old men corre a cargo de los Coen, quienes retuercen hasta el extremo un western tremendamente crepuscular con un trepidante thriller como carta de presentación. Es hermana mayor de Sangre Fácil, su ópera prima, y se alimenta tanto por obras clásicas del género del Oeste como por las de su periodo más agonizante de finales de los sesenta principios de los setenta que practicaron Sam Peckinpah o Arthur Penn, el Spaghetti Western y destellos de obras más recientes como Kill Bill vol.2.


La historia se ambienta en Tejas, en 1980, cuando Llewelyn Moss (Josh Brolin) encuentra en medio del desierto un maletín con dos millones de dólares entre los cadáveres de una fallida transacción de heroína. En su desesperada fuga con el dinero le sale al paso Anton Chigurh (Javier Bardem), un psicópata asesino de formas brutales y poco ortodoxas. En la distancia les sigue el Sheriff Bell, un veterano encarnado por Tommy Lee Jones, profundamente desalentado por la marcha del mundo.


El guión, vibrante y sobrio, deja varios cabos pendientes a la inteligencia del espectador y traza unos personajes misteriosos, de una soledad impenetrable.


La ácida ambigüedad moral de Llewelyn Moss, el paradigma tejano, le lleva a arrastrarse al infierno con el botín y avanzar hacia una perdición inevitable, en un juego que le va del todo grande. En cambio Chigurh es implacable y meticuloso, una bestia destripada de toda emoción y sentimiento, que con su continua supervivencia revela el triunfo de la deshumanización y la impunidad. La actuación de Bardem no puede ser más terrorífica, borda un papel le queda de miedo y nunca mejor dicho porque hay escenas como en las que juega a cara o cruz el futuro de sus víctimas que quitan el hipo. Luego está el Sheriff, el que menos aparece pero tal vez el que mayor sentido aporta con sus reflexivas miradas al horizonte cargadas de nostalgia, haciendo de guía desorientado por el medio Oeste. Un patriarca sin hijos que encarna los valores y la moral que ya no tienen canje en un mundo cada vez más corrupto y embrutecido.


La excelente intriga que protagonizan Bardem y Brolin es sólo el primer plano, debajo laten la añoranza y el desengaño en medio de una Tejas en estado de decadencia, salvaje e ingrata. Argumentalmente es muy abierta, sugerente y discreta cuando le toca serlo, pero las más veces tiene un tratamiento de la violencia bastante crudo y realista. El humor negrísimo y hasta sádico del que hace gala en ocasiones asienta más aún su total ausencia de compasión.


La fotografía desértica de Tejas es espectacular, tan árida y solitaria como sus protagonistas. La música, por su parte parca y oscura, tiene una aserción correcta en los momentos de mayor clímax.


El testimonio más digno del último vestigio de Oeste. Implacable, lúcida, delirante y absolutamente imprescindible.

NOTA : 9