lunes, 20 de abril de 2009

Ponyo en el acantilado

TÍTULO ORIGINAL: Gake no Ue no Ponyo

DIRECTOR: Hayao Miyazaki

NACIONALIDAD: Japón

AÑO: 2008

DURACIÓN: 100'

La más naif de las películas recientes del animador Hayao Miyazaki es una versión libre a la japonesa del cuento de la Sirenita. La historia cuenta, con el peculiar estilo de Miyazaki, el amor imposible entre el pececito con cara de niña Ponyo y el niño Sasuke quien la rescata un día del mar y del que ya no se querrá separar nunca más. Ponyo lame sangre humana de Sasuke y aunque es devuelta contra su voluntad a las profundidades del océano de donde procede, logra transformarse en una niña gracias a esa esencia humana. Revuelve el mar entero para volver junto a Sasuke provocando el caos en el pueblo costero donde vive el chico junto a su padre, un marinero de servicio, y su madre. La fantasía y la magia van en aumento, incorporándose al mundo terrestre, resonando ecos apocalípticos y con la implicación de personajes a cada cual más estrafalario como el padre de Ponyo, un humano renegado, o su madre, una diosa magnífica y conciliadora que alienta el empeño de Ponyo, a pesar de que si no conquistara el corazón de Sasuke se convertiría en espuma de mar… (más fiel que la versión de Disney, pues es también el riesgo que corre la Sirenita en el cuento original de Andersen).

Se puede hablar de un mundo muy personal del creador de esta colorida fábula, imaginativo, lleno de luz y candidez, al que hay que acercarse sin prejuicios si se acude por primera vez a su obra. Ponyo recuerda más a sus primeras películas como Mi vecino Totoro más que a las que le han hecho más popular, El viaje de Chihiro o La princesa Mononoke, con las que comparte características propias como el canto a la ecología y armonía con el medio ambiente, o los adultos personajes niños. Esta vez el trazo del dibujo es más grueso, más sencillo, como de acuarela, matizando detalles del gran preciosismo del fondo marino.

Bella pintura artesana que aprovecharán todos los públicos y no sólo el infantil que se puede aburrir hacia el final por la excesiva ralentización de la acción. Un soplo de aire fresco que orienta la veleta a la amistad sincera, el respeto a los mayores, la convivencia con la naturaleza y la superación por el amor de los límites que nosotros mismos nos imponemos.

NOTA: 8