viernes, 10 de septiembre de 2010

Memorias de un Apoto (II)

Los ocho pioneros, con niños de Makeni

En la universidad de Makeni acabábabamos, por este verano, el trabajo, con una fiesta con cenas, músicas y bailes, en la misma cantina de chapa de contendedor a la que habíamos llegado tres semanas antes para tomar nuestro primer refrigerio, y donde viéramos el triunfo de la Selección Española en el Mundial de fútbol, España uno Holanda cero. Histórico. Nos pusimos de los nervios durante el partido y con el pitido final estalló la euforia ¡los negros no sabían donde meterse! La capitana de nuestra selección fue Cristina Laorden, con su perpetua sonrisa y palabra amable, supo llevar los asuntos con una cautela y paciencia infinitas. De paciencia hubo que tirar al principio, porque hasta que no tuvimos un par de reuniones al ritmo africano, esto es, con una pachorra que te mueres, no se concretaron nuestros cometidos: orientación para el orden de la biblioteca (con más de 25000 libros donados por universidades de EEUU), impartir un curso de ofimática (mi encargo hasta que nos fuimos a Kamabai) y la proyección de varios edificios del campus como un aula magna, merced a un convenio con el ayuntamiento de Las Rozas y en la que estuvo inmerso Rául. Raúl, que en su discurso de despedida ensalzó la ilusión y compromiso del personal de la universidad con su tarea, su voluntad de prosperar y pensar a lo grande con vistas a un futuro prometedor, por lo que se quedaba diez días más a su lado para terminar lo que había empezado.


Vista de la ciudad de Makeni

A pesar de los malentendidos en la biblioteca, la labor fue, en conjunto, satisfactoria, de la que destacaría la atención y avidez de los estudiantes por aprender, por pocas que sean las oportunidades que tienen. Un ejemplo que hace valorar las posibilidades que desaprovechamos en España los que estudiamos, como los que podemos hacer mucho más no queremos y los que queriendo hacer más no puden. Y es que, en el caso de las clases de informática, físicamente no podían, no tienen electricidad. En todo Makeni (como en casi toda Sierra Leona) no hay red eléctrica, y el único abastecimiento es el que proporcionan los generadores de diésel que sólo pueden estar enchufados pocas horas al día y son todos particulares. Un techo evidente para su desarrollo, hasta que no exista un tendido eléctrico que lleve luz y comunicaciones a las casas y las instituciones no se terminará la cultura de la oscuridad y del miedo. Prácticas tan aberrantes como la mutilación genital en las mujeres son muy comunes allí y profundas raíces culturales y sociales las arraigan en su tradición. Cuando puedan acceder a un mundo distinto al que aspirar y tomar como modelo a través de la televisión emprenderán los pasos para lograrlo, pero hasta entonces vivirán en sus costumbres primitivas –no siempre censurables– y no saldrán de la espiral de la mendicidad, y lo digo desde el respeto hacia el pueblo sierraleonés amigo.