TÍTULO ORIGINAL: Quantum of Solace
DIRECTOR: Marc Forster
NACIONALIDAD: EEUU
AÑO: 2008
DURACIÓN: 106’
DIRECTOR: Marc Forster
NACIONALIDAD: EEUU
AÑO: 2008
DURACIÓN: 106’
Quantum of Solace, Pocum of Bond. Y ya van veintidós entregas de una saga que explora y experimenta con el yo y las circunstancias del agente 007, con apuestas que no siempre van a ser del agrado de sus seguidores más integristas entre los cuales me cuento.
Se trata de una secuela de la anterior: Casino Royale, por primera vez en los cuarenta y seis años de su historia cinematográfica, también la más breve, rápida y simple. La amenaza internacional y los planes megalomaníacos de los malos, un denominador común de las películas de Bond, en esta aparece en un “secundarísimo” segundo plano, relegado por la venganza personal del espía al servicio secreto de sí mismo. Han comparado la etapa de Daniel Craig con la trilogía de Jason Bourne, toda una paradoja, pues Bourne se inspira en Bond y si ahora Bond se inspira en Bourne, la esencia de Bond se difumina por momentos. Parece que tengan amnesia de esos elementos que han hecho al agente inglés lo que es: los inventos de Q y el propio Q (encarnado tradicionalmente por Desmond Llewelyn y del que John Cleese era un más que digno heredero), la música, el protagonismo del coche, los affaires con las chicas-Bond… ¡si hasta es americana cuando siempre ha sido una producción inglesa! Tanto el director Marc Forster como el actor protagonista Daniel Craig han dicho que no quieren hacer imitaciones, y a fe que lo consiguen. Por lo menos conserva la actitud chulesca y cínica de James, con unos diálogos impagables que son verdaderas perlas.
Así, se convierte en una sofisticada cinta de acción y desfile de modelos por partes iguales, con secuencias trepidantes de un ritmo y una complejidad muy notorias, como la de la persecución por las calles de Sienna o la del avión sobrevolando el desierto de Bolivia. Y como “las comparaciones son odiosas”, dejando a un lado las diferencias y el legado que tiene que soportar la película, se hace amena y entretenida como producto de intriga y acción, de personajes extravagantes y chicas de porcelana (estupenda caracterización de la ucraniana Olga Kurylenko como sudamericana), y alguna escena para la posteridad como la de la ópera de Tosca.
Parece que la historia de James Bond se empieza a poner seria y oscura además de continuista, amenazando con convertirse en un culebrón en varios capítulos. Se ha perdido el tono ligero y despreocupado de antaño, una pérdida que un nostálgico de Roger Moore lamenta y teme que no se va a volver a recuperar.
Se trata de una secuela de la anterior: Casino Royale, por primera vez en los cuarenta y seis años de su historia cinematográfica, también la más breve, rápida y simple. La amenaza internacional y los planes megalomaníacos de los malos, un denominador común de las películas de Bond, en esta aparece en un “secundarísimo” segundo plano, relegado por la venganza personal del espía al servicio secreto de sí mismo. Han comparado la etapa de Daniel Craig con la trilogía de Jason Bourne, toda una paradoja, pues Bourne se inspira en Bond y si ahora Bond se inspira en Bourne, la esencia de Bond se difumina por momentos. Parece que tengan amnesia de esos elementos que han hecho al agente inglés lo que es: los inventos de Q y el propio Q (encarnado tradicionalmente por Desmond Llewelyn y del que John Cleese era un más que digno heredero), la música, el protagonismo del coche, los affaires con las chicas-Bond… ¡si hasta es americana cuando siempre ha sido una producción inglesa! Tanto el director Marc Forster como el actor protagonista Daniel Craig han dicho que no quieren hacer imitaciones, y a fe que lo consiguen. Por lo menos conserva la actitud chulesca y cínica de James, con unos diálogos impagables que son verdaderas perlas.
Así, se convierte en una sofisticada cinta de acción y desfile de modelos por partes iguales, con secuencias trepidantes de un ritmo y una complejidad muy notorias, como la de la persecución por las calles de Sienna o la del avión sobrevolando el desierto de Bolivia. Y como “las comparaciones son odiosas”, dejando a un lado las diferencias y el legado que tiene que soportar la película, se hace amena y entretenida como producto de intriga y acción, de personajes extravagantes y chicas de porcelana (estupenda caracterización de la ucraniana Olga Kurylenko como sudamericana), y alguna escena para la posteridad como la de la ópera de Tosca.
Parece que la historia de James Bond se empieza a poner seria y oscura además de continuista, amenazando con convertirse en un culebrón en varios capítulos. Se ha perdido el tono ligero y despreocupado de antaño, una pérdida que un nostálgico de Roger Moore lamenta y teme que no se va a volver a recuperar.
NOTA: 6
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