DIRECTOR: Joel y Ethan Coen
NACIONALIDAD: EEUU
AÑO: 2009
DURACIÓN: 105’
Si les quedaba algo de esperanza por la vida y el ser humano, los Coen se han desembarazado de ella por fin, con cinismo e ironía, en una negrísima comedia cuyo título ya es una invitación a la sonrisa, porque conociendo a estos cineastas, lo último que podemos pensar es que se trate de un producto serio.
Larry Gopnick (Michael Stuhlbarg) es un judío de edad media que vive en el típico barrio residencial estadounidense de los años sesenta. Larry tratará de guardar las formas y buscarle el sentido a sus circunstancias en el momento en que su mundo alrededor empieza a desmoronarse. Resulta bastante cómica la actitud del protagonista, siempre digna afrontando los problemas que le surgen tanto en casa como en su trabajo como profesor de física: su mujer quiere divorciarse de manera amistosa, su hija no va al colegio, su hermano vive con ellos como un parásito enfermo, su hijo tiene continuos problemas en clase, un alumno trata de sobornarle para aprobar… Trata de salir de su crisis acudiendo a distintos rabinos que arrojen un poco de luz sobre su complicada y muchas veces absurda situación, pero sólo parlotean y le sueltan discursos enlatados. Una revisión de la infancia de estos hermanos Coen que crecieron en un ambiente parecido, en una comunidad judía, de la que se muestran muy descreídos. Como si la única salida fuera la resignación, la solución a una existencia desgraciada se reduce al humor y la nada. Es muy reveladora la escena en la que uno de los rabinos le cuenta la historia de una inscripción en hebreo en los dientes de un gentil, para no llegar a ninguna conclusión. No la hay. Si acaso, nos podemos remitir al principio de la peli, una especie de fábula judía como posible origen remoto supersticioso de los males de Larry. Se nota que los Coen quieren llevar al extremo su afición a los planos fijos de caretos detrás de mesas o mostradores que no pueden dar atención a las súplicas del protagonista, insensibles y caricaturizados. Me parece que incluso abusan de esas escenas, lentas y alargadas, llevadas al paroxismo, que muchas veces resultan aburridas, como el conjunto de la película, que creo que plantea dilemas religiosos localistas y sectarios, casi siempre sobre el judaísmo, poco interesantes, mal enfocados y ajenos a la conciencia del público.
En la línea hiperbólica de sus directores, los intérpretes sacan su vena más afectada para caracterizar a sus personajes, no en vano, la mayoría son desconocidos y traídos del mundo del teatro. El hermano, Arthur (Richard Kind), tiene poco papel para el buen trabajo que desempeña y el amante de la mujer, Sy (Fred Melamed) está enorme en su papel de snob tranquilo y muy considerado con Larry.
Nihilista, desconsolada e indiferente, la última de los Coen es material íntimo y personal, que hace soñar a veces con Barton Fink, sin su frescura ni historia, para preguntarse los realizadores por sus orígenes y de paso parodiarlos un poquito. Transmite desolación, especialmente ese final abierto y agobiante, tanto mejor en cuanto viene de improviso.
NOTA: 5
FECHA DE ESTRENO (España): 8 de enero de 2010